miércoles, 25 de febrero de 2009

¿SERA UN KARMA? (LEY DE CAUSA Y EFECTO)


LA DESGRACIA DE UN PERRO Y SU AMO

Carta textual del señor Gabriel Osorno Botero (c.c. 3.43.301, de Medellín): // “Medellín, octubre 6 de 1.987. Doctor Juan Gomes Martines Director de EL COLOMBIANO. // Respetado doctor:
Permítame presentarle mi cordial saludo incluyendo la presente, para su estudio y publicación, en su muy leído diario, si lo estima conveniente. Este tema quizás sea paradójico, inverosímil para muchos, pero para otros verídico. Siempre y cuando estemos acomodados a los fenómenos de la vida y a los designios divinos.
Veintitrés años viví feliz con mi esposa e hijos, haciendo parte de la familia. Nuestro perrito, lanudito, cariñoso, festivo. Cualquier día, un perro del barrio, de malas pulgas, le mordió una patica, viniéndole una infección. Mi señora y yo, en vez de llevarlo al veterinario, optamos por abandonarlo en la terminal de buses del Poblado; recuerdo las lagrimas de mi hijo al regresar al hogar.
Cinco días mas tarde, estábamos mi esposa y yo de compras, en Palacè con Ayacucho, cuando sorprendidos, vimos que venia nuestro perrito. Triste, extenuado, como buscándonos en medio de la multitud. Nosotros, hipócritamente, nos escondimos en un almacén, hasta que paso, en medio de su angustia y dolor. Desde entonces no volvimos a verlo.
Meses mas tarde, nuestro hogar principio a derrumbarse; vino la desarmonìa, la falta de respeto, el desamor, la incomprensión. Y como consecuencia, el fin de un hogar feliz, que muchos envidiaban.
Hoy pasados veintitrés años, escudriñando, escudriñando los motivos de aquella terrible pesadilla, y marchando sobre mis 72 años, logre en medio de una de mis meditaciones, encontrar la respuesta.
Asì mismo, como vote a mi perrito tan querido, parte de nuestra familia, me ha tocado deambular por las calles, en medio de la multitud, o en las noches solitarias , en compañía de los rayos sublimes de la luna, o en las noches de invierno, recibiendo solamente las únicas caricias del viento, las lluvias y el hastío. Mi perrito tiene que haber sufrido lo mismo. Por esa razón, vivo recodando mi pasado en la holgura, no borrándose de mi mente, la infamia que cometí con mi perrito, que hacia parte de nuestro hogar, y que por egoísmo, le pagamos mal. Pero la Ley Divina me ha obligado a sufrir las consecuencias de esta vida, por la falta de caridad.
Gracias, Señor Director”.



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