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EL DIARIO DE UN PERRO (2a parte)
Tengo quince meses de edad. Ya nada es igual... vivo en la azotea. Me siento muy solo. Mi familia ya no me quiere. A veces se les olvida que tengo hambre, que tengo sed, que soporto las inclemencias del tiempo, de los días calientes, de las noches frías. Que no tengo dónde protegerme de la lluvia.
Hoy me bajaron de la azotea. Me puse tan contento que daba saltos de alegría, mi rabo lo movía frenéticamente. Y se están preparando para salir a pasear. El carro salió de la ciudad, de repente pararon y abrieron la puerta. Me bajé feliz creyendo que era un bello día de campo. No comprendo por qué cerraron bruscamente la puerta y arrancaron a toda velocidad. Me cansé de ladrar y de correr detrás del carro. Pero no se detuvieron, Me angustiaba cada vez más, comprendí que me habían abandonado.
He tratado en vano de encontrar el camino de regreso a casa. En mi deambular muy pocas personas de buen corazón se conmueven al verme y me tiran algo de comer. Yo les agradezco con mi mirada e imploro que me recojan. Yo quisiera que me adoptaran y sería leal como ninguno. Pero sólo dicen "pobre perrito, ha de estar perdido".
Al pasar por una escuela vi muchos niños como mis "hermanitos" y me les acerqué. Un grupo de ellos riéndose me lanzaron una lluvia de piedras apostando al que tuviera mejor puntería. Me hirieron en un ojo y desde entonces no veo por él.
Estoy flaco, sucio, perdí un ojo, se me cae el pelo, cojeo por las heridas en mis almohadillas, mi aspecto es deprimente. La gente me saca el cuerpo, me aleja a escobazos, me retiran cuando busco dónde protegerme.
Casi no puedo moverme. Al tratar de cruzar una calle me arrolló un automóvil. Yo estaba en un lugar seguro llamado "Cuneta" pero nunca olvidaré la mirada de satisfacción del conductor, que hasta se “orilló” con tal de atropellarme. Ojalá me hubiera matado, pero me fracturó la columna. El dolor es terrible, mis patas traseras no me responden y con dificultad me arrastré hasta un lado de la vía. Llevo cinco días bajo el sol, la lluvia, el frío. Ya no me puedo mover. El dolor es insoportable. Me siento demasiado mal... hay quienes dicen al verme "no te acerques" y cosas por el estilo. Me estoy muriendo...
PD.: Este diario corresponde a la vida de muchos perros desafortunados que en un momento de capricho fueron comprados o regalados por dueños irresponsables que no controlan su reproducción y llegan a un hogar que no está preparado para recibirlos ya que sus miembros desconocen su comportamiento, adiestramiento y necesidades básicas.
Tengo quince meses de edad. Ya nada es igual... vivo en la azotea. Me siento muy solo. Mi familia ya no me quiere. A veces se les olvida que tengo hambre, que tengo sed, que soporto las inclemencias del tiempo, de los días calientes, de las noches frías. Que no tengo dónde protegerme de la lluvia.
Hoy me bajaron de la azotea. Me puse tan contento que daba saltos de alegría, mi rabo lo movía frenéticamente. Y se están preparando para salir a pasear. El carro salió de la ciudad, de repente pararon y abrieron la puerta. Me bajé feliz creyendo que era un bello día de campo. No comprendo por qué cerraron bruscamente la puerta y arrancaron a toda velocidad. Me cansé de ladrar y de correr detrás del carro. Pero no se detuvieron, Me angustiaba cada vez más, comprendí que me habían abandonado.
He tratado en vano de encontrar el camino de regreso a casa. En mi deambular muy pocas personas de buen corazón se conmueven al verme y me tiran algo de comer. Yo les agradezco con mi mirada e imploro que me recojan. Yo quisiera que me adoptaran y sería leal como ninguno. Pero sólo dicen "pobre perrito, ha de estar perdido".
Al pasar por una escuela vi muchos niños como mis "hermanitos" y me les acerqué. Un grupo de ellos riéndose me lanzaron una lluvia de piedras apostando al que tuviera mejor puntería. Me hirieron en un ojo y desde entonces no veo por él.
Estoy flaco, sucio, perdí un ojo, se me cae el pelo, cojeo por las heridas en mis almohadillas, mi aspecto es deprimente. La gente me saca el cuerpo, me aleja a escobazos, me retiran cuando busco dónde protegerme.
Casi no puedo moverme. Al tratar de cruzar una calle me arrolló un automóvil. Yo estaba en un lugar seguro llamado "Cuneta" pero nunca olvidaré la mirada de satisfacción del conductor, que hasta se “orilló” con tal de atropellarme. Ojalá me hubiera matado, pero me fracturó la columna. El dolor es terrible, mis patas traseras no me responden y con dificultad me arrastré hasta un lado de la vía. Llevo cinco días bajo el sol, la lluvia, el frío. Ya no me puedo mover. El dolor es insoportable. Me siento demasiado mal... hay quienes dicen al verme "no te acerques" y cosas por el estilo. Me estoy muriendo...
PD.: Este diario corresponde a la vida de muchos perros desafortunados que en un momento de capricho fueron comprados o regalados por dueños irresponsables que no controlan su reproducción y llegan a un hogar que no está preparado para recibirlos ya que sus miembros desconocen su comportamiento, adiestramiento y necesidades básicas.
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