Despiadado, inhumano, bárbaro, brutal. Son pocos los calificativos para designar la maldad de un niño de 9 años. Si es que se puede considerar como tal, a quien pudo actuar con tanta y premeditada crueldad con una diminuta perrita French Poodle tacita de té. Un viernes en casa de su primita el violento “niño” agredió sin mediar razón a “lupita” la mascota del hogar. Doblegada por las patadas que le propinara, fue luego amarrada en el cuello asegurando su traílla en el pasador que más le apretaba, sin dejarla respirar.
Luego el “niño” inició su ritual de tortura con el desmadejado y pequeño animal. Introdujo a “lupita” en una bolsa plástica de esas utilizadas en los supermercados. Como si fuera poco acomodó el paquete armado en una bolsa más. Y como si no fuera suficiente utilizó una tercera bolsa. Sin embargo, no terminó allí su perversión. Acomodó mañosamente todo este envoltorio en un maletín deportivo del jefe del hogar y le puso el cierre. Esa tarde al regresar a la casa la perrita no saló como de costumbre a expresar su alegría por la llegada del señor. Empezó entonces su búsqueda, recayendo todas las sospechas en la empleada a quien se acusaba de haber dejado salir al pequeño animal. Entre tantas conjeturas nadie pudo imaginar que el “niño” visitante hubiera podido ser el responsable del paradero de “lupita”.
Esa noche no hubo tranquilidad en el hogar. Al amanecer del día sábado, la señora, sobresaltada, aseguraba haber escuchado gemidos de “Lupita”. Pero por ningún lado aparecía. Y pasaron los días. Sábado, domingo, lunes, martes. El día miércoles aún desconocían el paradero de la perrita y la incertidumbre acrecentada por las manchas rojas aparecidas en la colcha, en el tapete y en la cama de la niña no dejaban de augurar un nefasto presagio marcado con esa pintura roja de aerosol. Ese miércoles los nauseabundos olores que se sentían en la vivienda obligaron a una minuciosa requisa de todos los rincones. Fue entonces cuando allí, dentro del closet, en la habitación de la niña, la misma que fuera marcada con aerosol, colgado entre la ropa estaba el abultado maletín deportivo con el cadáver en descomposición de la amada “Lupita”.
Por Aníbal Vallejo Rendón, Presidente - Sociedad Protectora de Animales, Medellín-Colombia. EL MUNDO Jueves 3 de Diciembre de 1995
proanimales@une.net.co
Luego el “niño” inició su ritual de tortura con el desmadejado y pequeño animal. Introdujo a “lupita” en una bolsa plástica de esas utilizadas en los supermercados. Como si fuera poco acomodó el paquete armado en una bolsa más. Y como si no fuera suficiente utilizó una tercera bolsa. Sin embargo, no terminó allí su perversión. Acomodó mañosamente todo este envoltorio en un maletín deportivo del jefe del hogar y le puso el cierre. Esa tarde al regresar a la casa la perrita no saló como de costumbre a expresar su alegría por la llegada del señor. Empezó entonces su búsqueda, recayendo todas las sospechas en la empleada a quien se acusaba de haber dejado salir al pequeño animal. Entre tantas conjeturas nadie pudo imaginar que el “niño” visitante hubiera podido ser el responsable del paradero de “lupita”.
Esa noche no hubo tranquilidad en el hogar. Al amanecer del día sábado, la señora, sobresaltada, aseguraba haber escuchado gemidos de “Lupita”. Pero por ningún lado aparecía. Y pasaron los días. Sábado, domingo, lunes, martes. El día miércoles aún desconocían el paradero de la perrita y la incertidumbre acrecentada por las manchas rojas aparecidas en la colcha, en el tapete y en la cama de la niña no dejaban de augurar un nefasto presagio marcado con esa pintura roja de aerosol. Ese miércoles los nauseabundos olores que se sentían en la vivienda obligaron a una minuciosa requisa de todos los rincones. Fue entonces cuando allí, dentro del closet, en la habitación de la niña, la misma que fuera marcada con aerosol, colgado entre la ropa estaba el abultado maletín deportivo con el cadáver en descomposición de la amada “Lupita”.
Por Aníbal Vallejo Rendón, Presidente - Sociedad Protectora de Animales, Medellín-Colombia. EL MUNDO Jueves 3 de Diciembre de 1995
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